17 enero 2012

Espurria

España es un país de mierda. Ya está, ya lo he dicho. Qué a gusto se queda uno cuando suelta lastre, y no me hagan sacar comparaciones odiosas y escatológicas.
Tiro del hilo y añado: España es un país de mierda pensado para mediocres. Mediocres que, además, esperan que creamos que jamás de los jamases han sido otra cosa y, al mismo tiempo, se tiran al cuello de todo aquél que se atreva a sugerir que el rey va desnudo. Sí, os he llamado mediocres. Purria. España podría llamarse Espurria y nadie podría enfadarse (mucho) por ello.
Addendum: España es un país de mierda pensado para mediocres que aspiran a seguir siéndolo. La unidad de destino en la mediocrez y el chapuceo. Las ganas locas de mantener el statu quo donde el tonto se sienta listo y todo el mundo lo corrobore, no vaya a ser que descubra su verdadera dimensión y se nos deprima, el amiguito.
Addendum ulterior: España es un país de mierda pensado para mediocres que aspiran a seguir siéndolo y que nadie saque los pies del tiesto o tenemos un lío montado. Ah, porque Espurria es además Estiña, el edén de la envidia, el paraíso donde llamas hijodeputa a aquel al que querrías parecerte y apuñalas al que es mejor que tú.

Tengo ejemplos para el niño y la niña, tollinas para todos y todas. Podríamos intentar hacer entre todos una lista de todos los ejemplos cotidianos de lo que significa "ser el clásico tontazo español" y se nos acabarían los días y no habríamos terminado. Por chapuzas, mediocres y porque nos habríamos matado entretanto.
Disfrácenlo como quieran. Rebusquen las excusas más apetecibles. Insulten con la primera palabrota que les venga a la mente. Demostrarían una españolidad fuera de toda duda. Escuece leer negro sobre blanco la puta verdad de nosotros mismos. Pero ahí seguimos. Negando lo que somos, negando a quienes quieren ser. De aquí no se mueve nadie y ay del que asome la patita por debajo de la puerta.

Somos tan mediocres que toleramos a políticos manejados como marionetas porque no tendríamos ni pajolera idea de qué hacer con el poder si lo tuviéramos entre las manos. Porque los políticos son españoles, como nosotros, y su mediocridad va pareja a la nuestra. Nos dejamos tomar el pelo cada día, pero nuestra única respuesta es "bueno, pero al de al lado también". De hecho, sólo nos enfadamos si el de al lado no se deja engañar. Pero como somos así de mediocres, nos enfadamos con él y no con quien nos quería timar a los dos. Por eso, amigo dirigente golfo apandador, puedes dormir tranquilo por las noches sabiendo que no habrá una turba a la puerta de tu casa dispuesta a echarte a patadas del pueblo. Porque primero irían a por los del partido de al lado y dispuestos a matarles. Tontérrimos que somos.
En mayo hubo una reacción. Una especie de soplo de aire que podría haber sido fresco si este país se llamara Islandia y no Espurria. De mayo a octubre, esto es, ciento ochenta días, nos atascamos en asambleas y más asambleas y más asambleas hasta para discutir quién iba primero a mear. Viva y bravo, españolitos. Hemos demostrado hasta qué extremo podemos ser mediocres. Luego algunos se quejan de lo marginal que acabó siendo el movimiento. ¿Cómo no iba a serlo? Cualquier iniciativa "que no fuera la mía" era simplemente espantosa. Cualquier voz debía durar horas para poder solazarse con el sonido de sus propios timbres, mientras el resto miran maquinando cómo reducirlas a polvo. Pero luego nos quejamos de que esto no sea Islandia o Túnez y nada haya cambiado. Si sois los primeros que no queréis que algo cambie. No lo permitiríais.

Somos tan listillos que creemos que todo vale. Y es verdad. Todo vale. Pero como somos tan mediocres como listillos y tan envidiosos como mediocres, queremos que todos lo hagamos todo al mismo tiempo. ¿Te quejas de lo inflados que están los precios desde que llegó el euro? ¿De lo carisimísimos que están los pisos y ya de paso todo lo demás? Ya, pero te cortarías la mano antes de bajar tus precios. Que lo hagan los demás primero y luego ya si eso lo harás tú. Listo, que eres un listo.

Tan listo, que finges trabajar hasta las tantas porque te han dicho que eso es lo que hacen los "currantes" y no te atreves a ser el primero en levantarse de la mesa. Eso sí, si luego una cadena de televisión sueca viene a demostrar lo pedazo de gilipollas que podemos ser nos enfadamos con los suecos. Tan listo que se te ocurre provocar un marrón de última hora y endilgárselo a quien tengas debajo para poder echarle a él la culpa. Tan listo que tienes a los becarios trabajando lo que tres por un tercio de dinero y, encima, esperas que te miren con buena cara. Tan mediocres que en cuanto subes de peldaño eres el que hace la vida del nuevo becario un infierno. Genial, jodamos al mundo porque nos han jodido antes.

Nos venden comida como si fuera de "la máxima calidad" y habría que investigar qué entienden algunos por esos palabros, tanto 'calidad' como 'máximo' y hasta qué extremo son capaces de estirarlos. En el mejor de los casos es, simplemente, comestible, y que nos comenten como algo positivo que no utilizan ingredientes podridos o de plástico es para decirles "ah, pues hombre, muchas gracias por el detalle". Para entendernos, sería como si el tipo que nos pone los cafés todas las mañanas nos avisara antes que me lo sirve asegurándome que nadie ha escupido nada en él. Como mínimo, da para sospecha. Pero en Espurria es de ley rebajarnos a lo mínimo tolerable y no remarcar las incómodas obviedades que podrían ofender a un impresentable.

Porque ser español implica que a todo lo anterior se le añada lo que reconocemos como vergüenza torera. El clásico universal del orgullo se lleva aquí de otra manera. Si a un mentiroso le llamas mentiroso, te pondrá una querella por atentado al honor. Pero es aún peor, espurrios. Somos tan mediocres que nos hemos conformado con tolerar esos mensajes, con conformarnos con lo que nos dan. Este filete sabe a zapato y me lo vendían como de primera, pero debe ser que en realidad todos los filetes de primera son así. Telefónica me tima pero es un coñazo cambiarse de compañía. Endesa intenta estafarme pero como paga unos impuestos estupendos mejor no les cerramos el chiringuito. Mi banco es una cueva de ladrones, pero es que es el de toda la vida y ya me he hecho amiguete del director de la sucursal. Esos "sí, pero" con los que amenizar las charlas de barra y seguir siendo tan mediocres como siempre, con el pecho hinchado del orgullo de creernos un poquito más listo que los que no abren la boca para protestar, demostrando ser mediocre y además idiota.

Me quejo y me quejo pero no estoy por la labor de predicar con el ejemplo. Porque diré con cara de circunstancias el muy socorrido "es que yo solo no puedo" y me quedaré satisfecho conmigo mismo.
Porque soy jodidamente español.

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