09 septiembre 2009

Nena (1998-2009)

Se nos fue del mismo modo que llegó, clavando sus enormes ojos negros con una paz que sólo ella sabía transmitir. Se fue, pero no se ha ido. Nunca lo hará.
Fugaces ráfagas de recuerdos me inundan de estos once años en los que tuve el privilegio de conocerla. Ella brincando entre macetas y jardineras mientras yo aprovechaba para fumar y disimular un olor que no debía saberse en casa. Ella tumbada panza arriba buscando cada rayo de sol que se infiltrara entre las ventanas. Ella esperando a que todos estuviéramos finalmente en casa, fuera la hora que fuera, para poder dormir a gusto. No, no se ha ido.
Aún escucho sus lánguidos andares como un eco en mi cabeza, recordando todas las veces que exploraba la casa sólo para saber que estábamos ahí, que seguíamos donde nos tenía vistos la última vez. Sé que lo sigue haciendo aunque ahora haya que imaginarlo.
Dicen de los perros que son fieles y hacen compañía. Ella llegó más lejos convirtiéndose en algo tan inherente a nosotros que contaba como una más, siendo una hermana, una hija, una amiga. Sólo quienes tienen o han tenido perros comprenden mis palabras. Sólo quienes identifican un ladrido del mismo modo que una madre identifica el llanto de su niño entienden por qué lloré cuando ya no estaba. Sólo quienes se comen a besos una bola peluda, quienes se conmueven con sus llantos, quienes andan detrás de ellos para que dejen de cagarse en los rincones asumen que no son sólo animales. No, no se ha ido.
Nunca lo hará.

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