28 marzo 2009

La hora de la tierra, pero no para toda ella

Me sorprende la hipocresía de algunos cuando se les llena la boca de ecologismo y concienciación social acerca de la salud planetaria. Ojalá fueran casos aislados.
Por ejemplo, zapeando me encontré con un anuncio de la cadena Cuatro solidarizándose con la iniciativa de la "Earth Hour" de apagar hoy sábado las luces durante una hora a partir de las 20:30.
_Qué detalle.
¿Verdad? Pues allá que voy yo a mirar -curioso que es uno- a ver si de ocho a nueve y media Cuatro no emite señal alguna, por aquello de que ellos también apagan luces y tal...
Pues no. Resulta que piensan que debe ser más importante ver refritos de vídeos y cosas de otras cadenas y que Marta Reyero enseñe palmito en las noticias antes que predicar con el ejemplo.
No es un caso aislado. Lo vemos a diario. Políticos que pretenden ir de norteuropeos pidiendo que la gente vaya en bici o en autobús mientras ellos no se bajan del coche oficial ni para ir a por el pan. Gente de Tráfico sin pudor para la casquería cuando se trata de advertir de las consecuencias de no cumplir las normas -y forrándose a multas, algunas bastante evidentes en afán recaudatorio- que se pasan esas mismas normas por el forro. El fin de semana pasado pude ver cómo los Mossos d'Esquadra no bajan de 140 en carreteras de 100, y si van en moto ya ni os cuento, que parecían el Motorista Fantasma pero sin fuego ni parafernalia infernal. Y a ver quién es el listo que les dice algo.

A ver, no es tan difícil de entender. No exijas -o "recomiendes" si vas de suave- lo que no tienes pensado dar. Puedo entender que de cara a la galería hay que hacer todas estas cosas, pero vivimos en una época en la que urgen muchos cambios de hábito. Creo sinceramente que el más urgente de todos es terminar con este doble lenguaje que consiste en predicar una cosa y hacer su contraria sin que se te caiga la cara de vergüenza.
Creo que ahí está el quid de toda la cuestión. No sé si será por la Era de Acuario, por la crisis o porque vuelve Florentino, pero el mundo entero puede asistir a un momento en el que todo lo conocido se quede en historia y cambiemos realmente algunas actitudes. Que todo cambie para que todo siga igual, en realidad.
¿Que no apagamos la luz? Pues bueno. El otro día leí un artículo de alguien que decía que la iniciativa sería todo lo bonita que quisiéramos pero que no llevaría a nada. Que incuso dos velas liberan más CO2 que las bombillas actuales (en fin, eso quiero ponerlo en cuarentena porque suena bastante "conspiranoico"). Podéis leer su artículo aquí con algunos comentarios de todo pelaje.

Sinceramente, el discurso ecologista es hermoso pero inútil. Hemos llegado a un punto en el que no podemos vivir sin contaminar. No pretendo que sea éste el centro del tema de hoy.
Francamente, planteo otro tema igualmente baldío, quizá más superficial y hasta banal. Pero se trata de algo cuya responsabilidad no recae en todos y cada uno de nosotros y, por lo tanto, resultaría más fácil de llevarlo a cabo.
Honestidad, damas y caballeros. Predicar con el ejemplo. No permitir más discursos vacíos, más palabrería cuyo único fin es parecer mejores de lo que en realidad son.
_Oiga, que soy una empresa y lo que quiero es ganar dinero.
Y tiene todo el sentido del mundo. Pero nos harías un favor a todos si lo dices abiertamente en lugar de intentar hacernos creer que estarías dispuesto a dejar de ganar algo de ese dinero por una causa mayor que la tuya propia. No nos vengas con Responsabilidad Social Corporativa si esos gestos son minucias en comparación con el daño que haces o lo poco que te concierne el tema. No lo digo sólo por Cuatro.

Pretendo meter un poco el dedo en la llaga de la última moda que consiste en hacernos ver (creer, en realidad) que las grandes empresas -no, no diré "corporaciones" ni "multinacionales" porque eso sí que sería seguirle el juego a los conspiranoicos- son en realidad simpáticas agrupaciones de amigos del mundo dispuestas a todo con tal de arreglar sus peores males o a darnos las lecciones de moral que se ahorran para sí mismos. Que lo digan petroleras como Repsol o eléctricas como Iberdrola -es decir, precisamente los causantes directos e indirectos de la mayor parte de la contaminación- casi hasta suena a chiste si no fuera porque no tiene ninguna gracia. Pero como los anuncios son muy bonitos, pues no pasa nada.
Luego llega Facebook y dice, éstos sin complejos, que el propósito de tantas aplicaciones chorra y demás cosas de relleno están para que la gente pierda el tiempo, pero con ellos. Un mera cuestión de "permanencia" para que sus anuncios valgan más pasta que los de la competencia. Pero a todos nos encanta Facebook. Incluso cuando no nos gusta.
Y así con muchas pequeñas cosas que, de una en una, no tienen realmente importancia. Pero que, si las sumamos, resultan un claro reflejo de lo fácil que resulta influir en nosotros y dejarnos adormecidos.
Yo el primero, que conste.

Ah, y no apagué la luz.

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