09 febrero 2009

El Bloqueo del Escritor

Qué mejor manera de celebrar 200 pajas mentales (más de 2 años nos contemplan... ¡y había quién decía que esta moda se me pasaría pronto!) que sorprendiéndome por haber alcanzado este número tan redondo sufriendo el muy manido -aunque no por ello menos terrible- "Bloqueo del Escritor".

Supongamos que tienes una facilidad para transmitir en palabras situaciones que normalmente no son fáciles de describir. Que incluso, yendo más allá, hilas una palabra con la siguiente haciendo que todo tenga un sentido. Y ya, rizando el rizo, supongamos que lo haces de tal modo que la gente que te lee sabe entenderlo y apreciarlo. De ahí a creer que lo que uno hace es arte media un abismo, claro.
Ahora imaginemos a esa persona, pastor de frases, sentada delante de un folio en blanco. Dispuesto a regalarle al mundo -o a sus tres lectores- un pedacito de tiempo que valga la pena disfrutar.
Su cabeza hierve de ideas, de posibles tramas con las que manchar el papel de tinta y emociones... pero no sale nada.
Sí, hay palabras. Existe un contenido. El tipo escribe convencido de saber lo que se hace. Pero cada palabra nace precedida de un parto doloroso, los dedos dudan antes de lanzarse a trazar letras, a relatar escenarios, a contar una historia. Y nada parece resultar satisfactorio. Lo que lee no le convence, no le satisface.

Hubo un tiempo en que lo que esa persona escribía tenía tanto sentido y estaba construido de un modo tan genial que hasta se sorprendía al pensar que "eso" era obra suya. No se reconocía en algunos momentos estelares, como si hubiera sido poseído por el alma de algún maestro y durante un breve lapso de magia e inspiración hubiera dado rienda suelta a lo mejor de sí.
Mientras dura el Bloqueo, no sólo no consigue recuperar esa sensación sino que, casi, se avergüenza al releer lo que ha escrito.
Nadie sabe cuándo llega ni tampoco cuándo se irá. Parecería un cuento romántico al ser el mismo concepto volátil y carente de lógica.
No es cuestión de saber escribir, sino de brillar al hacerlo.

Y yo, ahora mismo, sólo soy una estrella apagada que intenta recuperar su luz.