01 diciembre 2008

Casualidades

Dicen que Napoleón dijo una vez que "lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes". Aleccionadora donde las haya. Un directo a la zona más sensible del ego de cualquiera que en un momento dado no tenga la misma fe en sí mismo que otros tiempos.
Me he jactado siempre -¿siempre?- de no creer en el destino, de desdeñarlo con rabia y orgullo porque significa que no me resigno a encaminar mis pasos por un camino que otro construyó para mí.
A veces, sin embargo, cuesta no creer en ello. Especialmente cuando te levantas un lunes por la mañana anodino y, al tomarte el primer café del día, en el sobre de azúcar tienes impresa esa cita del pitufo corso.
_Reconozco que iba al pelo. Pero no es más que una afortunada casualidad.
Encontrarte dinero tirado en el suelo es una afortunada casualidad. Tener sitio para aparcar en la puerta del sitio al que quieres ir es una afortunada casualidad, además de una flor en el culo.
Que, entre cientos de frases hechas y colocadas al azar en un lugar que jamás miras -los que bebemos café sin azúcar no, al menos- te encuentres precisamente con la que darle a tu cabeza el empujón que necesitaba para darle un giro inesperado a la trama de tu vida... no sabría si definirlo de ese modo.
_¿Por qué darle tanta importancia al tema? Tú, como supuesto publicista, ya deberías saber aquello de aprovechar espacios vacíos, el CRM y lo de la responsabilidad social corporativa o RSC.
Cierto, pero aún teniendo en cuenta todo eso... ¿por qué no me tocó una de Groucho Marx? ¿Por qué precisamente una frase como esa, en una época en la que la palabra "imposible" parecía no querer salir de mi cabeza? ¿Por qué tiene todos los visos de ser algo más que eso?
Manteniendo la postura de que el destino no es sino el recurso de los débiles para dejarse llevar por la abulia, quizá habría que conceder la posibilidad de que haya una suerte de azar que sabe estar en el sitio apropiado en el momento oportuno.
Ese que hace que el día que menos te apetece salir a la calle te cruzas con alguien interesante en el sitio que menos te esperabas. Ese que te advierte que el trabajo de tu vida, y con él todos tus sueños de libertad e independencia, no está donde crees que debe estar ni en manos de quien pensabas que estaban, así como que tampoco hay nada en este mundo que pueda parar a alguien que no sólo desee con todas sus fuerzas, sino que esté dispuesto a ir por ello.
O el que un sobre de azúcar te recuerde que ni eres tímido ni cobarde.

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