16 octubre 2008

Recuerdos tontos

¿No os pasa a veces que estáis viendo la tele y, de repente, sin ninguna razón aparente, os viene un nombre conocido a la cabeza? No, no el de un famoso. Tampoco el de un personaje ficticio. Me refiero al nombre de una persona que hace mucho tiempo que no ves y del que no volviste a saber nada desde entonces.
De acuerdo, no es la actividad favorita del urbanita un miércoles por la noche. Y admito que el tema es un poco chorra y muy cogido por los pelos.
Pero, por otra parte, quiero pensar que no soy el único al que le pasa. Porque hoy me ha pasado, y no es la primera vez.

Se supone que la mente humana es selectiva, al menos en lo que respecta a la memoria. Retiene imágenes -a veces, pequeños vídeos- que no siempre tienen sentido para uno mismo pasado el tiempo. También se supone que los recuerdos no comienzan a "grabarse" en serio hasta pasada una edad, de suerte que parece como si apareciéramos en la vida, así, de golpe y porrazo, con el primer recuerdo que guardamos.
Un tema que me ha fascinado desde siempre es cómo asociamos algo concreto -un movimiento, una imagen, un lugar- con personas que han estado con nosotros desde esos primeros recuerdos. Cuando, por ejemplo, enciendo un cigarro me acuerdo de mi colega B, que empezó a fumar al mismo tiempo que yo. Pero esa es relativamente fácil, sólo han pasado algo más de diez años.
Puedo recordar la primera mujer que me gustó. S. Un ángel rubio de ojos inmensos y azules. Cinco primaveras muy bien llevadas a la que apenas le dije más de dos palabras seguidas. Más de veinte años nos contemplan desde entonces y sigo sabiendo cómo se llama y quiénes eran sus amigas del colegio. Ahí es nada.
Rizando el rizo, hoy me he acordado de una de esas amigas viendo a un tipo por la tele haciendo lo mismo que hacía ella. No me hizo falta estrujarme la cabeza, el nombre me vino de corrido.

Ahora bien, si de repente me la encontrara por la calle y le comentara la escena que recuerdo con nostalgia de los grandes buenos tiempos, ¿qué pensáis que ocurriría? Muy probablemente ella me miraría con cada de no saber muy bien qué decir. Y no porque me considerara un bicho raro, sino porque ese recuerdo no lo tiene del mismo modo que lo tengo yo y, por lo tanto, no puede acordarse. Por mucho que le hablara de mí, nunca sabría quién pelotas soy.
"Es que ha pasado mucho tiempo, es que la memoria es muy mala, es que soy un poco despistada"...

Entiendo que para el ego de cualquiera eso es un pequeño disgusto. Para el mío, que tiene su tamaño, también podría serlo. Pese a todo, sabemos que estas cosas ocurren, que muchos recuerdos son caprichosos y no guardan un sentido lógico que otros, por ser intensos o representar un momento crucial de nuestras vidas, sí tienen.
_¡Coño, Povedilla!
_Disculpe, ¿le conozco?
_¡Soy yo, hombre, Fernández!
Fernández es un tipo bajito, bigotón y calvete que recuerda perfectamente el nombre de todos los compañeros de clase de primaria. Povedilla, rubicundo y grande, es uno de ellos.
_Lo siento, no termino de caer...
_¡Pero si nos sentábamos juntos en quinto!
Ni por esas. Murmurando una disculpa inteligible, Povedilla pondrá pies en polvorosa preguntándose quién era aquél tipo, ese tal Fernández que mira cariacontecido cómo su viejo amigo del alma de quinto de primaria le ignora.
Un tiempo después le volverá a la cabeza aquella anécdota. Picado por la curiosidad, buscará en altillos y cajas, en casa de su madre, las cosas que guarda de la época del colegio. Y entonces, al ver la tapa del libro de lengua de quinto, se acordará de aquél chaval que se sentaba a su lado, bajito y cachazudo, con el que pasaba tan buenos ratos.
La ciencia distingue entre recuerdos espontáneos y sugeridos. En publicidad también se habla del tema, pero con otro cariz. Los recuerdos espontáneos son los que tiene Fernández, que aún se sabe de carrerilla la lista de clase. Los sugeridos, libro de lengua mediante, los de Povedilla.

El abuelo os puede decir las alineaciones de su equipo desde la temporada 50-51. El tío rockabilly, las canciones del Appetite for Destruction. La tía del pueblo, los participantes de la primera edición de Gran Hermano. Sí, hasta el de "quién me pone la pierna encima" -¿qué fue de él? ¿Murió finalmente apisonado?-. Tu viejo amigo, el primer bar donde se emborrachó.
Este tipo de recuerdos no requieren que nadie replique a su vez. No hay nada en juego, salvo la propia memoria. No creo que pase lo mismo con personas con las que sí has tenido un contacto más directo, más íntimo.
Dado que los recuerdos son tan caprichosos, habrá de quiénes te acuerdes... pero también los hay olvidados.
Una noche, hará ya unos años, se me acercó un tipo en un garito. Me dio un abrazo y me sostuvo la mirada sonriente. No tenía ni la más remota idea de quién era ese tío, pero por lo visto él sí sabía quién era yo. Como veía que no terminaba de caer sobre quién se supone que debía ser, intentó echarme una mano:
_Macho, jugábamos juntos todas las mañanas en el parque, ¡tienes que acordarte!
Terminó de estropearlo, claro. ¿Cómo iba a acordarme yo de con quién jugaba con cinco años?
Pero, de hecho, me acuerdo de muchas personas de esa época. Nombres que no volví a pronunciar pero que siguen presentes. S es sólo uno de muchos, y no el más importante.
También he experimentado el lado amargo de ser un olvidado. Para este tipo de cosas nadie se libra, para bien o para mal.
Esta noche me he acordado de A. En mi vida no representó nada, apenas tuve trato con esta persona, no era más que otra cara más, de las muchas que veía a diario, con la que no interactuaba. Pero me ha venido de repente a la cabeza mientras veía la televisión.
Y, por un momento, recordé otros tiempos.
Con una sonrisa enorme.

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