08 noviembre 2007

Un mal día

Tentadito he estado de volver a hablar de política. No me lo han puesto nada fácil.
Sólo de cierto partido tendría para varias horas intentando comprender qué se supone que podemos hacer con ellos (sin pensar mal). Y no os creáis, que del resto tampoco hay mucho más que sacar...

... por eso mismo, no pienso darles cancha. Todavía.

Hablaría de unos cuantos juegos que he podido probar (todavía no sé cómo, dado el tiempo que no tengo), pero me da cierta pereza y, además, nada como Meristation para hablar de juegos.

¿Comento algo del Nuevo Pequeño Bastardo de turno, ahora nórdico? Sería algo repetitivo después de haberlo hecho con el chino de V-Tech... descansen ambos lo menos parecido a en paz. ¿Qué les darán para desayunar?

Lo peor que le puede pasar a un sucedáneo de escritor como yo es quedarse sin ideas o, peor aún, sin inspiración. Para entendernos, me siento como Guti cuando no tiene "el día" (o, peor aún, cuando tiene El Día) y las pone todas donde el foco. O como esos días en los que te levantas casi dando saltos de alegría y el mundo se las ingenia para que, al anochecer, coquetees con la idea del suicidio. No, hombre, a la finlandesa no. No nos pasemos.

Momentos así los tiene cualquiera, e incluso peores o más ridículos. Así que tampoco es como para que me ponga a lloriquear cual nacionalista catalán, ¿no? Además, que con la tontería de divagar llevo ya media entrada escrita, así, por la patilla.

Lo cierto es que, pese a todo, sigo convencido de mi verdadera vocación. A ver quién me va a quitar a mí de la cabeza dedicarme a rellenar renglones allá donde me apetezca hacerlo y viviendo de ello. Ni hablar. ¿No viven mejor algunos haciendo aún menos?

Esta entrada se la dedico con cariño a la siesta que no me he echado, a los cafés que no hacen efecto y a una plácida tarde de principios de noviembre sin (sorpresa) mucho trabajo que hacer.

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